CHEERFUL MISOGYNY
Un elemento clave es lo que yo llamo “misoginia alegre“. Es una actitud esencialmente paternalista hacia las mujeres con la cual reconoces y asumes sus fuerzas y debilidades relativas sin caer en nada. Para alcanzar el estado de Alegre Misógino tienes que creer sin complejos y sin disculpas en que los hombres son mejores que las mujeres en ciertas cosas, así que puedes desechar facilmente a las mujeres que intentan meterse en sitios a los que no pertenecen. Esto sobre todo implica desprogramar tu neocortex. Con esto en mente, aquí está mi desprogramación respecto al asunto de las mujeres y el trabajo.
Las feministas han hablado mucho del supuesto dominio del patriarcado en mundo laboral. Por resumirlo bastamente, afirman que las mujeres han sido expulsadas del lugar de trabajo para que los hombres se puedan quedar con los beneficios del dinero, el status y el poder. Para ellos mismos. Por egoistas.
Esto se ha hecho por discriminación pura y dura, ingeniería social denegando a las mujeres una educación acorde para competir por esos puestos y desaprobación cultural mediante el énfasis en mantener los tradicionales roles sexuales como algo deseable.
Una crítica que las feministas valoran como algo muy inteligente es que están desenterrando algún tipo de conspiración y que el mundo laboral y la esfera pública han sido masculinizados y diseñados de forma que se promuevan los intereses masculinos a expensas de las mujeres.
Las feministas más desquiciadas (por ejemplo las que viven de las paguitas de las universidades) han afirmado que la lógica y el conocimiento científico son por sí mismos, sexistas porque discriminaban contra la manera de aprender y saber de las mujeres. Basicamente, que las decisones basadas en hechos probados son sexistas porque menosprecian la intuición femenina. Este tipo de locas son el extremo.
Me gustaría aportar una explicación alternativa para el dominio tradicional masculino de la vida pública; los hombres son mejores en conseguir que las cosas salgan para adelante
Los hombres tratan con el mundo directamente. La Naturaleza es cruel, inmisericorde y desconsiderada así que para poder vivir los hombres tienen que entender las reglas con las que funciona. Esto significa poder mirar desde mirar los cielos para predecir la lluvia, rastrear animales o fabricar herramientas hasta la última abstracción de la Física y otra vez con herramientas sofisticadas con las que tomar el control de nuestro medio ambiente. Los hombres tienen gran interés en cómo funcionan las cosas y esto les lleva a adquirir un gran poder sobre el entorno y a mostrar comportamientos sociales como el interés en la Ciencia y Tecnología y adoptar decisiones vitales como estudiar matemáticas, ingenierías o ciencias que les permitan llevar a cabo esos instintos inscritos en ellos.
Los hombres son productores.
Las mujeres lidian con el mundo indirectamente, a través de los hombres. Viven en una burbuja protectora que los hombres han construido y por tanto son atraidas a la esfera privada, el hogar y la socialización. En gran medida son las receptoras del papel proveedor de los hombres y por tanto tienen poco interés en esa parte del mundo exterior donde los humanos se enfrentan a la Naturaleza, donde el hombre pelea contra los elementos. Su atención sólo es llamada cuando los resultados de lo obtenido por los hombres son incorrectos o inadecuados para sus necesidades…entonces hay que hacer algo y tienen que ser los hombres. “¿Puedes colocar esas estanterías por favor?”. El interés tan profundo de las mujeres en como trabajan los demás y como manipular a su antojo los canales de aprovisionamiento les lleva a tener comportamientos como el solipsismo y tomar decisiones vitales como el estudio de la psicología, el marketing o los recursos humanos lo que les lleva a cumplir esos deseos orientados hacia los demás.
Las mujeres son consumidoras
Éstas son las habilidades e inclinaciones naturales de hombres y mujeres. Consideremos entonces qué implica la “esfera pública”. El lugar de trabajo es donde la gente se junta para completar un amplio abanico de tareas. Tomemos un ejemplo muy de la Rebelión de Atlas; construir un puente que cruce un barranco para que un ferrocarril conecte dos ciudades. El proyecto requiere que la gente diseñe un puente que soporte el paso de un tren, realizar la relación de los materiales necesarios, el trabajo físico para construirlo, extraer los materiales de la tierra, transformación del acero, logística, transporte, energía, etc, etc. Todas estas actividades son cosas del mundo real con resultados que pueden ser medidos y como prueba definitiva tenemos que el puente aguante o no en pie. Las empresas de construcción son masculinas porque han de usar habilidades masculinas para completar el proyecto. No porque los hombres implicados directamente deseen excluir a las mujeres sólo por el puro placer de hacerlo. Las mujeres están excluidas porque no son adecuadas para estas labores.
Así que el lugar de trabajo necesita la energía masculina como condición necesaria para que el trabajo salga adelante bien hecho. En el momento en el que encajas a la fuerza lo femenino en lugar de trabajo, ya estás diluyendo la efectividad de la empresa para imponerse sobre el mundo. ¿Hay entonces un lugar para las mujeres en la fuerza laboral? Interpretemos esta pregunta correctamente. Las demandas del proyeco son las que dan forma a la cultura empresarial más que los hábitos y gustos de los hombres. A los hombres no les gusta el mundo empresarial porque sea su lugar de juegos privado. Los hombres se enfrentan a la modelización del entorno. Es una mala interpretación femenina el que los hombres amen ir a trabajar, a jugar con los otros muchachos. Como si trabajar en una mina o en un cubículo de oficina fuese algún tipo de actividad recreativa. Para librarse de esta concepción simplemente monte en un vagón del Metro durante hora punta y mira a todos esos hombres cansados ir a la oficina a las 9 de la mañana y volver a trabajar reventados y derrotados después de un día de duro trabajo. La mayoría de hombres no disfrutan de su trabajo, lo hacen porque es su deber y un fin en sí mismo. Ellos mismos se encajan en la forma de la realidad del mundo laboral.
Las mujeres son solipsistas por naturaleza y por tanto funcionan bajo el paradigma de “y qué hay de lo mío”. El trabajo es un entorno que ha de ser transformado para acomodarse a sus gustos y que le den a las consecuencias que esto tenga para el proyecto. No nos preguntemos que puede hacer el trabajo por las mujeres sino más bien qué pueden hacer las mujeres por el trabajo. En un mercado libre la cosa iría así; te contratan por tus habilidades según la necesidad de la empresa. Asumiendo una intención honesta de contribuir por parte de la mujer, ¿qué puede hacer en realidad?. La Historia ya nos lo ha mostrado. Considerar el negocio como su otra casa, las mujeres acaban siendo empleadas en papeles internos, es decir, que hagan un entorno agradable para los hombres que se enfrentan al exterior. Hacer papeleos, el café y …estar guapas para que la oficina sea un espacio agradable en el que estar.
Hay algunas excepciones, como cuando un negocio está enfocado a la gente como pasa con las empresas de marketing, relaciones públicas, promoción y gestión de eventos, etc. Esto son como elementos más orientados a la gente de empresas que están orientadas hacia la realidad del mundo. Qué sorpresa que las mujeres vayan directamente a ese tipo de puestos por puro interés. El sector público es otro, sobredimensionado, atractor de mujeres. Hombres libres en mercados libres contratan a hombres por lo que pueden y saben hacer, ésa es la pureza del asunto. El gobierno contrata trabajadores por propósitos políticos. Entonces permite a los sindicatos adueñarse de la organización y convertirlo en un lugar donde estar cómodo, y trabajar poco extrayendo dinero de él para los empleados en lugar de que el trabajo salga adelante. Y qué sopresa, una vez más, que a las mujeres les atre eso.
El trabajo real es una empresa masculina. Para que las mujeres puedan rendir adecuadamente tienen que adoptar características masculinas. Eso las masculiniza y mata su feminidad. Sólo hay dos caminos para la sociedad si se quiere que la mujer trabaje al tiempo que mantiene su feminidad:
- Feminizar la cultura laboral para que las mujeres estén a gusto pero nada se haga eficientemente
- Limitar la presencia de mujeres en puestos críticos; una vez casadas han de dejar de trabajar
La única opción coherente, es la segunda.