Sin novedad en el alcázar
Fue el lacónico mensaje con el que el coronel Moscardó recibió al general José Enrique Varela el 27 de septiembre de 1936, hace hoy 80 años. Durante los dos meses anteriores sus tropas del alcázar de Toledo, histórico edificio que aún domina el paisaje de la Ciudad Imperial.
Habían sufrido uno de los asedios más duros que la historia recuerda.
Bombardeos diarios que habían dejado hecho escombros el Alcázar. Asaltos de un enemigo que superaba a los defensores en proporción de 5 a 1 y que contaba con infinita munición y reservas, la defensa de cientos de civiles que se habían refugiado adentro y hasta el fusilamiento del mismo hijo de Moscardó, tras negarse éste a rendirse aunque como consecuencia pasaran por las armas a su vástago y siendo su propio heredero quien pidiera la muerte, recordando al Guzmán el Bueno de siglos atrás. Poniendo de relieve quiénes eran los valientes y quiénes eran los cobardes

Últimas palabras de Moscardó y su hijo
¿Cómo es entonces posible que el coronel dijera a su superior “Sin novedad en el alcázar”, después de todo aquello?
Para él no había nada extraordinario, había cumplido con su misión.
Esta manera de proceder, llevando a cabo una resistencia casi suicida e incluso sacrificando a su propio hijo, hoy sin duda choca y es tratada como propio de bárbaros, fanáticos y descerebrados. Pero para alguien como Moscardó, educado en la palabra dada, el honor y el sentido del deber, no había más alternativa que esa o la muerte. Y como él, los cientos de soldados bajo su mando que acababan de escribir otra página dorada más en el largo libro de la épica militar española.
No queremos en estas breves líneas relatar en detalle lo acontecido, pues para ello hay muchas fuentes de consulta. Queremos transmitir a los lectores que sean conscientes de la enormidad de la gesta del Alcázar (porque sí, fue una gesta) a pesar de lo que difícil que es ponerse en la piel de aquellos hombres, encerrados en una fortificación que, a pesar de sus dimensiones, poco podía resistir frente a la capacidad de destrucción de la artillería moderna.
No creo que pueda llegar a transmitir ni remotamente lo que debieron sufrir aquellos corazones, viendo como sus defensas eran demolidas poco a poco y como cada día eran menos y en peor estado. Pero su heroísmo tuvo como recompensa una victoria inesperada que puso el primer clavo en el ataúd del bando republicano en la Guerra Civil. No por cierto, por la importancia estratégica del alcázar -que era nula- sino por el tremendo golpe moral que esos pocos defensores le habían propinado a sus enemigos, y que demostró hasta que punto estaban aquellos hombres dispuestos a llegar hasta el triunfo por la patria y la religión.
Hoy Moscardó y sus hombres son del bando de los “malos”.
Somos muchos los Disidentes que restacamos su memoria. La heroicidad del Alcázar será uno de los ejemplos que nos inspirarán para que España recupere su ser
La gesta del Alcázar es deliberadamente olvidada, ninguneada o ridiculizada por aquellos que jamás ni en sus más locos sueños conseguirían intentar algo heróico digno de ser grabado en piedra para que quienes llegasen después se asombrasen de lo que fueron capaces esos hombres de antes.
Hombres normales.
Hombres ordinarios de una España extraordinaria.
Gloria Eterna