Hombre, heterosexual, español y menor de 25 años. Este perfil antaño era el que, con un ímpetu vital desbordante, movía la sociedad. Participó en un sinfín de guerras, revoluciones y gestas, fundó ciudades y asentamientos a lo largo del mundo, cogió la pluma, el martillo, el arado o la espada según la ocasión. Pero si algo tuvo en común es que siempre se caracterizaba por nunca agachar la cabeza.
Hoy, esto queda atrás. El perfil que antes tenía una personalidad arrolladora, hoy está cabizbajo y amariconado. El que antaño era admirado y respetado, hoy es menospreciado y discriminado. ¿Por qué ha pasado esto ? Voy a hablar como miembro de este colectivo, de nuestra situación.

Propaganda de una ONG
La generación de la transición al globalismo
Nuestra generación se diferencia de las anteriores en que nos ha pillado de lleno en un cambio demográfico, cultural y tecnológico sin parangón en una decena de miles de años. Nacimos y crecimos en los últimos coletazos del mundo antiguo, del terruño, en transición al nuevo, globalizado. Para preparar esto, se nos ha educado para despreciar y renegar del antiguo, y apreciar y abrazar el nuevo: hemos sido educados para odiar a nuestra propia esencia, a nosotros mismos.

En otro país, el fin de la Reconquista sería una festividad celebrada por todo lo alto, pero aquí es una festividad cada vez más boicoteada y políticamente incorrecta
Todo lo relacionado con la España antigua se descarta por casposo o facha. La historia de España se presenta como una sucesión de oscurantismo , con el único paréntesis de la II República, hasta la llegada de la democracia del 78. Mitos fundacionales como la Reconquista se muestran como un genocidio cometido por unos bárbaros cristianos contra la avanzada y tolerante Ál Andalus. Partes fundamentales de nuestra historia como el descubrimiento de América se presentan como un genocidio, y el Siglo de Oro como una época de fanatismo. Genios españoles de diferentes ámbitos languidecen en el olvido, sin nadie que los recuerde. Nuestro pasado se enseña con el objetivo que nos avergoncemos de él. Lo mismo ocurre con los sentimientos colectivos que transcienden al individuo,como el de patria, y España pasa a ser un ente discutido y discutible como decía Zapatero, sin contenido real. Cualquiera puede ser español, porque no existe tal cosa como una etnia hispánica al ser un país multicultural, y oponerse a la inmigración masiva es una aberración pues ningún ser humano es ilegal, todos somos hermanos y ciudadanos del mundo.

A la vez se alzan estatuas a Almanzor caudillo moro conocido por sus campañas de terror contra los reinos cristianos, algo similar a poner una estatua de Hitler en Polonia.
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A la vez que se criminaliza lo anterior, se promueven nuevos valores y mitos que las reemplacen. La tolerancia se instaura como valor supremo y llega al extremo de tolerar lo intolerable y la igualdad, otro de esos valores, lleva a la discriminación (positiva). El mito fundacional pasa a ser la proclamación de la Constitución de 1978. La cultura y la sociedad se convierte en un calco de lo peor de EEUU, con reggaeton, swaggers, hipsters, comida basura y multiculturalidad. Esta fase de globalización cada vez está más asentada, especialmente en grandes ciudades como Madrid y Barcelona, que se podrían considerar ciudades cosmopolitas sin una identidad real, y que culturalmente no se diferencian mucho de otras megaurbes como Berlín, París o Londres.

Esta estampa urbana podría darse en cualquier parte de América y Europa occidental.
Y así tenemos que muchos chavales españoles viajan a otros países y tienen los mismos gustos, aficiones, vestimentas y actitud ante la vida que los locales . También carecen del conocimiento de sus respectivas tradiciones y del más mínimo arraigo para con los suyos. Una situación donde la variedad cultural , el más rico patrimonio de la humanidad, ha sido aniquilada.
Lo que no sabes del Erasmus
Este programa de la UE, bajo la atractiva oportunidad de estudiar en universidades más prestigiosas, aprender idiomas, juergas y folleteo, en realidad esconde unos objetivos perniciosos .
Por un lado, sirve para sentar la Europa de dos velocidades. Fomenta que los capacitados se queden en los países en los que hicieron el erasmus (si son países económicamente fuertes) aumentando así el proceso de absorción de juventud desde los países de la Europa pobre a la rica. Esto se da en mayor medida entre las mujeres, que tienden a emigrar más. Si en los 80 países como Alemania se quedaron con nuestra industria más apetecible y obligaron a desmantelar la que les hacía competencia, ahora tratan de quedarse con nuestra juventud, especialmente la de mayor cualificación.
Y por otro, sirve como una medida más para crear una identidad “europea” (en realidad, cosmopolita) común, cargándose las diferencias culturales entre países para crear una masa globalizada, tal y como se ha explicado antes. Las clases medias y altas de nacidos de 1980 en adelante en la UE, llamada la “generación erasmus”, tienen los mismos estilos, expectativas de vida e incluso pensamiento basado en el integrismo democrático y lo progre. Esto va a tener una importancia capital, ya que la mayor parte de los estudiantes de erasmus son de letras y serán los futuros creadores de opinión que llevarán dentro de sí y reproducirán esta ideología del cosmopolitanismo y de la ciudadanía mundial en los medios de comunicación y blogs.
Ingeniería social

Propaganda institucional
Nuestra generación ha recibido la educación progresista más exacerbada. Desde niños hemos asistido a charlas sobre feminismo y racismo, y visto el instituto o colegio empapelado de carteles de propaganda, además de series y películas que bajo una apariencia inocente y sin darnos cuenta nos han inoculado su mensaje. Hemos sufrido un sistema educativo castrante que reprimía la creatividad y las ganas de jugar a la vez que criminalizaba todos los impulsos típicamente masculinos, y que nos ha educado en el pacifismo, la tolerancia y el auto-odio.
Tenemos una generación de hombres amanerados, que no saben ni quieren defenderse, sin concepto de territorialidad ni de colectividad, a los que se les han inculcado cosas como que tienen un deber para el resto del (tercer) mundo y que son agresores machistas en potencia, sin nada que les ate a su tierra pues es del viento y no existen las fronteras en el mundo globalizado.
La aparición multicultural en la cadena trófica
A lo anterior, jóvenes españoles castrados, se le une un número creciente de hijos de inmigrantes a los que no se les dirige esta educación y a los que se les permite actuar siguiendo sus impulsos e incluso se les encumbra como algo “molón”. Su estética, su modo de vida y música características se promueven obsesivamente en los mass media.
Ante un país de gente permisiva, educada en la tolerancia y sin instinto de territorialidad, estos se crecen, se hacen amos del lugar y se ríen de los españoles, desplazándolos de la calle, de la que hacen su feudo y donde les reciben con hostilidad, haciéndose fuertes en los institutos e incluso echándoles del mercado sexual ya que las chicas preferirán a los que perciben como dominantes y masculinos antes que a unos acomplejados y amanerados víctimas de la ingeniería social.
El país de la gerontocracia y los viejóvenes
Como consecuencia de la bajada de la natalidad en las últimas décadas tenemos una población muy envejecida, en la que los menores de 25 somos un sector social minoritario. Esto, unido a la gran emigración juvenil a las grandes ciudades o al extranjero, hace que las ciudades medianas sin grandes universidades y pueblos queden vaciados de población joven.
Viviendo en una ciudad mediana, noto esto en cosas como una oferta de ocio apenas dedicada a gente de mi sector demográfico y una menor cantidad de mujeres de mi edad (emigran más que los hombres). Esto es algo que cualquiera que viva en estos lugares puede comprobar a pie de calle: la mayor parte de viandantes tiene más de 35 años en adelante. Este panorama es deprimente y tiene su máxima expresión en las ciudades de provincia y zonas rurales, donde alcanza proporciones epidémicas.
Otra de las características de España es que, además de estar demográficamente envejecida, también lo está ideológicamente. No solo porque las generaciones educadas en la ideología progre popularizada desde los 60 sean las mayoritarias, sino porque sus hijos y nietos piensan igual. Si nos fijamos en los partidos que más éxito tienen en la juventud, vemos que uno es un partido extremadamente progresista (Podemos) y el otro uno socialdemócrata (Ciudadanos), unas fuerzas políticas que también votan sus progenitores porque no hay ruptura ideológica generacional, a diferencia de otros países de la UE donde la juventud cada vez más vota diferente a sus padres. Es decir, ideológicamente se puede decir que somos un país de viejóvenes, pues mi sector poblacional se ilusiona con partidos de unas ideologías que tuvieron su auge en los años 70 y 80.
El niño rata
Este término aparecido en Los Simpson se ha popularizado para referirse a niños y adolescentes que en videojuegos online insultan al resto con su voz aguda, pero creo que también puede usarse para referirse al perfil de joven antes mencionado. Inmaduro, desarraigado, feminizado y educado en los valores progresistas, de semblante compungido, que es desplazado o abandona el lugar donde debería estar y se refugia en videojuegos, series y porno en HD, sin encontrar ningún trabajo medianamente decente debido al altísimo desempleo juvenil español o siendo estudiante perpetuos de posgrado, y apenas relacionándose con chicas. Estamos por tanto ante un proceso de marginalización social y de autismo provocado que guarda similitudes con el de los hikikomoris japoneses.
Estos niños rata no piden que se les deje buscar la vida en una economía de mercado, sino que exigen poder seguir parasitando en su mundo delirante de videojuegos, porno y flechipollas de videos de El Rubius. Desconocen las nociones más básicas de economía y creen que su modo de vida no tiene por qué sostenerse con su trabajo, sino con paguitas como una RBU, ya que piensan que el dinero brota del suelo . En esto convergen con los hijos de inmigrantes, quienes en gran medida ya han crecido como receptores de subsidios y no se imaginan otra forma de ganarse de vida que con el parasitismo del erario público, complementado con el narqueo y el robo encumbrado como máxima aspiración de la estética “swag”, muy en boga en los barrios de extranjeros de segundas y terceras generaciones y que tiene su máxima expresión (además de en EEUU, lugar de origen) en los suburbios franceses, ahora importado a España.
Mis conclusiones
En esta época, el panorama es bien desolador. Al paro juvenil y la dificultad para abrir negocios debido a los altos impuestos se le une un invierno demográfico , junto a una ideología hegemónica que me considera culpable de todos los males del mundo y enemigo potencial, reflejándolo en la legislación y en la visión que la sociedad tiene de mí. No solamente siento que mi país no tiene nada que ofrecerme, sino que no quiere nada de lo que le puedo ofrecer. A veces incluso pienso (especialmente al ver cosas como “Españoles por el mundo” o a los políticos hablando de movilidad exterior) que quieren que me vaya de una vez y deje el país a los que presuntamente venían a pagar mi pensión.
Sin embargo, no me voy a resignar. Esto tiene sus inconvenientes, pero también ventajas decisivas. Antes de la progretización social éramos un pueblo conocido a lo largo del mundo por su orgullo, su arrogancia, sus fuertes convicciones y su incorrectismo político. Un pueblo Disidente en un mundo de servidumbre que desde Tierra del Fuego a las estepas rusas nunca agachaba la cabeza, no se dejaba avasallar ni permitía afrenta alguna, y que llegó a dominarlo en gran parte. ¿Quien pensáis que lo va a hacer mejor en la vida, el que más se parezca a este español antiguo o el que más se parezca al español nuevo? Es el momento de escoger entre seguir siendo una generación de niños rata o ese español de antes.
Yo ya he elegido.