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Home 2015 septiembre 26 Grandes guerrilleros; de cuando Zumalacárregui era el “Tío Tomás”

Grandes guerrilleros; de cuando Zumalacárregui era el “Tío Tomás”

El Carlismo fue un movimiento de protesta social que, nacido en el primer tercio del s. XIX, ha perdurado públicamente hasta los finales de los setenta del siglo pasado. La heterogeneidad y la dinámica histórica propia de una reacción verdaderamente popular ha situado al Carlismo en la extrema derecha española, en el legitimismo radical, en el foralismo federal o, incluso, en el socialismo de corte autogestionario. Y, el Carlismo, por su propia proyección humana, ha sido todo esto. Ha existido el Carlismo integrista, el moderado, el tradicionalista, el foralista y el socialista, como reflejo de la diversidad de pensamientos cuyo elemento común ha sido situarse, en todo momento, en la disidencia frente al poder establecido. La manera mas amable de entender su diversidad es a través de los distintos personajes históricos que dieron forma al Carlismo, y este será el objeto de una serie de entregas que comienza con:

1. DE CUANDO ZUMALACÁRREGUI ERA EL “TÍO TOMÁS”

“Defender nuestra libertad que son los Fueros (…) nuestras cosechas, nuestros ganados, nuestras costumbres (…) nuestros derechos, nuestra religión y nuestro Dios”.

 

a) 1833: Nace la leyenda

El 29 de septiembre de 1833 fallece Fernando VII. Su última esposa, Maria Cristina actuará como regente hasta la mayoría de edad de Isabel II. Don Carlos María Isidro Borbón, hermano del Rey, amparándose en la llamada Ley Sálica, no había admitido la sucesión en la persona de su sobrina Isabel y se proclamó con mejor derecho para acceder al trono.

En vida del Rey, Don Carlos no se levantó contra Fernando VII, pero sus partidarios ya venían preparándose para tal evento en caso de que el Rey falleciera sin dejar sucesión masculina direta. En esa fecha, Don Carlos y su familia se encontrabn exiliados en Portugal. La muerte del Rey sería la señal del inicio de la guerra civil, la primera guerra carlista.

En esos momentos, Tomás de Zumalacárregui, natural de Ormaiztegi (Guipúzcoa), se hallaba en Iruñea/Pamplona: había sido depurado después de los sucesos de La Granja en 1832.

Tomás apuntaba maneras desde la adolescencia, demostrando desde siempre su afición a la milicia, lo que tuvo ocasión de materializar al alistarse con diecinueve años en el 1º Batallón de Voluntarios de Aragón, en cuyas filas participó en diferentes batallas de la Guerra de la Independencia, como la decisiva batalla de San Marcial.

Así, se une en Piedramillera a las pocas fuerzas carlistas navarras, que estaban al mando de Iturralde y Sarasa. Con ellos, se presenta en Lizarra/Estella. Allí es planteada la cuestión del mando único militar en Navarra, cargo para el que había sido designado Francisco Benito Eraso, pero éste todavía no se había incorporado al mismo. Sarasa propone a Zumalacárregui para que cubra el puesto interinamente hasta la llegada de Eraso. Iturralde se opone, pero Sarasa convence a los demás. Y empieza a trabajar. Zumalacárregui va reuniendo a todos los voluntarios y partidas dispersas, las va instruyendo y, poco a poco, consigue armarlo. Se va vislumbrando ya un pequeño ejército disciplinado.

El respeto y aclamación de sus hombres lo mantuvo hasta la muerte

Empieza a cosechar pequeños triunfos, adoptando la táctica de guerrillas que conocío en la Guerra de la Independencia, a la espera de poder reunir un auténtico ejército. Zumalacárregui ya había derrotado en algunas acciones a las tropas de la Reina.  Benjamín Jarnés dice que: tuvo por segundo jefe de su ejército al paisaje

Pronto, los demás vascos empezaron a fijarse en él. A la vista de cómo iban las cosas, el 7 de diciembre de 1833 las diputaciones carlistas de Vizcaya y Guipúzcoa, así como los cabecillas de Álava, nombraron a Zumalacárregui jefe de sus fuerzas. Era el primer paso, muy importante, para la consecución de un potente ejército que pudiera enfrentarse en campo abierto, y con éxito, a las tropas reales de la reina.

Las primeras acciones de Zumalácarregui con sus batallones navarros, cuyos voluntarios empezaron cariñosamente a denominarlo “el tío Tomás”, se limitan a hostigar a las fuerzas regulares y recoger material bélico que dejan abandonado los liberales en Nazar y Asarta.

Así, es conocido que, a pesar de la férrea disciplina que impuso a su ejército, Zumalacárregui contó con la adoración de sus soldados y paisanos, quienes le inmortalizarían en estrofas recitadas por los bertsolaris de aquellos días:

“Zumalacarregui da
gure jenerala,
onek amaituko du
asitako lana;
biotza zintzo dauka
fedearengana”.
(“Zumalacárregui es nuestro general, él acabará el trabajo comenzado; tiene el corazón leal hacia la fé”).
“Jeneral euskaldunak
ohora dezagun,
esker gabetasuna
urrun kasa zagun,
sekulan ez dugu erranen goregi:
Biba, beraz, biba Zumalacarregui!”.
(“Honremos los generales vascos, y dejemos bien lejos la ingratitud, jamás lo diremos demasiado: ¡Viva, viva Zumalacárregui!).

b) Nazar y Asarta (29-12-1833)

Esta batalla se libró en el valle de la Berrueza, en la merindad de Lizarra, el 29 de diciembre de 1833. Puede considerarse la primera batalla de los carlistas, ya que hasta entonces éstos se habían limitado a darse a la fuga. Zumalacárregui  acababa de asumir la autoridad y decidió organizar su ejército. Los batallones de Álava se unieron a los de Navarra y, a pesar de andar escasos de munición, el de Ormaiztegi consideró que había llegado el momento de foguear las tropas enemigas.

Zumalacárregui disponía de unos 3.000 hombres, a los que situó en el centro del valle de la Berrueza, junto a la localidad de Asarta. Cuando los liberales atacaron, contaban con otros tantos hombres a las órdenes de los generales Lorenzo y Oraá. Los carlistas aguantaron el envite, pero pronto se quedaron sin munición. El ataque por el flanco izquierdo dirigido por Oraá hacia la localidad de Nazar fue decisivo. Zumalacárregui ordenó la retirada, pero se mostró satisfecho del comportamiento de sus tropas. Mientras los carlistas contaron con 50 bajas, los liberales perdieron más de 300 hombres.

Los carlistas se batieron en retirada hacia Campezo después de haberse resguardado en las Améscoas. Los liberales, no pudiendo evitar la huida de los carlistas, volvieron a reunirse en Pamplona. La importancia de esta batalla reside en que los carlistas demostraron que eran capaces de soportar un ataque de los liberales. A partir de aquí los carlistas se ganaron el respeto de los generales liberales al probar que podían hacerles frente utilizando algo más que meras técnicas de guerrilla.

c) 1834: Año de cosechas

Su primer gran éxito lo consigue en el llano de Güesa, sorprende a la ciudad de Vitoria y derrota tres veces seguidas al general Quesada, en Muro, Altsasu y Muez. La estrategia de Zumalacárregui empieza a hacer estragos en el generalato cristino. El general carlista pide a Don Carlos, como arma psicológia, que entre a cualquier precio en España. El pretendiente había salido de Portugal, obligado por las derrotas del rey Miguel, y estaba confinado en Inglaterra. Logra escaparse y atraviesa Francia disfrazado. Entra en España y se reúne con su general en jefe de las tropas carlistas del norte.

La presencia de Don Carlos logra el efecto esperado y Zumalacárregui sigue cosechando victoria tras victoria: Artaza, Eraul, Las Peñas de San Fausto y Viana. En Álava vence dos veces consecutivas al ejército cristino en Alegría, que remata las acciones de Arquijas y Mendaza.

Los carlistas se crecen y los cristinos no saben que hacer para derrotar al general carlista. Vuelve a venecer en Ormaiztegi, Las Arquijas y Mendaza, en Donamaría y en Arranoiz. Mientras tanto, Eraso vence a Espartero en Descargo. Tras la victoria de Zumalacárregui en su terreno favorito, Las Améscoas (bajando de Urbasa, Navarra), Vizcaya y Guipúzcoa pasan a ser dominadas por las tropas del pretendiente.

Don Carlos empieza a montar su incipiente Gobierno. Durante el exilio había designado al obispo Abarca, que a la vez ostentaba la respresentación del Vaticano, ministro universal encargado de todos los despachos. Cuando entra en España, nombra dos ministros: Carlos Cruz Mayor, para la Secretaría de Estado, y al conde Villemur, para la Secretaría de Guerra, confirmando el mando único de Zumalacárregui en el ejército del norte. Posteriormente Don Carlos le ofrecería un título nobiliario como premio a sus triunfos, a lo que le respondió Zumalacárregui:

Después de entrar triunfantes en Cádiz, lo pensaremos; por ahora no estamos seguros ni siquiera en los Pirineos, y un título cualquiera no sería sino un paso hacia lo ridículo

Por su parte, el ejército cristino – compuesto por 45.000 hombres – conoce en 1834 los mandos sucesivos de Quesada, Rodil y Mina, todos ellos derrotados por la táctica de Zumalacárregui. Mina llegó a contar con cuarenta y cinco batallones de Infantería, con la correspondiente Caballería y Artillería. Valdés toma el relevo a Mina y, con veinte batallones, intenta sorprender en Las Amézcoas al general carlista.

D) AMÉsCOAS (19-24/04/1835)

En cuanto llegó a Euskal Herria, Valdés se dirigió con 20.000 soldados a someter el refugio que Zumalacárregui más amaba: el valle de las Améscoas.

El terreno fue un guerrillero más

El de Ormaiztegi solamente contaba con 5.000 hombres para hacerle frente, pero lo estrecho del valle no ayudaba al movimiento de tropas numerosas. El 21 de abril, los liberales entraron en las Améscoas y lograron hacerse con la localidad de Eulate mientras Zumalacárregui se retiraba a San Martín.

Tras incendiar la fábrica de pólvora que los carlistas tenían en Eulate, los liberales se dirigieron a Urbasa por los puertos de Eulate y Aranarache. Los 20.000 liberales pasaron una incómoda noche jalonada por los tiros de la guerrilla carlista cerca de la venta de Urbasa, mientras los carlistas descansaban repartidos por los pueblos del valle de las Améscoas.

Al día siguiente, los liberales comenzaron a bajar por el puerto de Artaza con la idea de refugiarse en Estella. Pero allí les esperaban los carlistas. Después de una dura lucha, los liberales hicieron valer su superioridad numérica para franquear el paso y escaparon a la carrera hacia Estella perseguidos por los carlistas. El recorrido entre Urbasa y Estella fue muy duro para los liberales, ya que eran demasiado numerosos para los estrechos caminos que debían atravesar. Algunos llegaron de noche a Estella y otros se refugiaron en Abárzuza. En la confusión de la noche los liberales se dispararon entre sí, causando 50 bajas en las filas de Valdés, además de 200 heridos y 250 prisioneros en manos carlistas.

El desastre para Valdés fue total: mas de dos mil bajas, pérdida de todo el equipo y armamento, y desbandada generalizada de las tropas cristinas.

E) 1835: el inicio del fin

En el campo carlista se presenta un dilema. El gobierno legitimista es consciente de que para continuar la guerra se necesita dinero. Y el crédito exterior exige, para conceder varios empréstitos, la toma de una capital: Bilbao, por ejemplo. Además, esta victoria proporcionaría el prestigio suficiente para conseguir reconocimientos internacionales. Por otro lado, la situación militar y la opinión de Zumalacárregui eran contrarias a este proyecto, ya que encerraba un claro peligro de desmoronamiento moral si no se conseguía. El general carlista recomendaba la toma de Vitoria y de todo el llano alavés, lo que posibilitaría reforzar la línea del Ebro y romper la estrategia aislacionista cristina, penetrar con garantía de éxito en Burgos y presentarse en Madrid. Los éxitos del general carlista ya habían empezado a despertar envidias entre personajes de la corte. En esta “camarilla” estaba Carlos Puig Mayor, que tenía la categoría de ministro, y también su mayor enemigo, el conde P. de Villemur, un anciano general que hacía las veces de ministro de guerra. También estaban otros militares, como el marqués de Valdespina, el general Eraso, el barón de los Valles y Juan Bautista Erro; este último, en el año 1837, ya hacía las veces de ministro universal de Don Carlos. Todos estos personajes formaban parte del aparato burocrático o gobierno, e influenciado por ellos Don Carlos ordena el sitio de Bilbao. Zumalacárregui, como buen militar, obedece e inicia el sitio el 10 de junio de 1835.

El día 12 se le ofreció a la ciudad la oportunidad de rendirse, amenazando con un duro ataque en caso contrario. El conde de Mirasol, jefe militar de Bilbao, respondió a la oferta de Zumalacárregui con una negativa rotunda. El día 14 comenzó el bombardeo, pero las baterías de la ciudad eran más fuertes que las carlistas y paradójicamente se produjeron más daños en las filas de los sitiadores que en las de los sitiados. Zumalacárregui fue herido en la rodilla cuando dirigía el sitio desde el palacio de Begoña, el día 15, lo que le obligó a dejar el mando en manos de Eraso.

Los médicos que inmediatamente acudieron a atenderle consideraron que la herida era leve y que sanaría en dos o tres semanas. No obstante Zumalacárregui pide ser atendido por el curandero Petrikillo, al que conoció en la Francesada, y ordena su traslado a Zegama. Al día siguiente colocado sobre una cama que sujetaba un grupo de soldados es trasladado hacia Durango. Allí se reunió con Don Carlos que trató de convencerle, inútilmente, de que era mejor evitar su viaje a Zegama. La expedición formada por los 40 soldados que se turnaban llevando la cama, los tres médicos y los ayudantes se encontró en Legutiano con Petrikillo. Llegaron a Zegama el día 17, a la casa “Mazkiaran barrena” perteneciente a una prima de Tomás y donde aún conservan la mencionada cama. Petrikillo y los tres médicos discutieron sobre el tratamiento más conveniente para la herida del general Finalmente el 23 de junio Petrikillo, siguiendo las órdenes de Zumalacárregui y contra la opinión de los médicos, le extrajo la bala. Colocada en un platillo la bala fue paseada por Zegama como señal de la pronta recuperación del de Ormaiztegi. Sin embargo al día siguiente falleció el principal líder militar del carlismo en la Primera Guerra Carlista.

El irreemplazable líder carlista falleció a consecuencia de dicha herida en Zegama el día 24. El bombardeo de Bilbao continuó tras su muerte.

A Dios va y con honor muere el Tío Tomás

Zumalacárregui había ordenado no atacar los emplazamientos civiles de la ciudad hasta tomar los bastiones que la rodeaban. Por el contrario, Eraso ordenó el bombardeo del centro de la ciudad el día 16. Mientras tanto, los bilbaínos esperaban refuerzos procedentes de San Sebastián y Santander para romper el sitio.

Los liberales intentaron entrar a Bilbao por Portugalete los días 18 y 24, pero los carlistas mantuvieron el sitio endureciendo los bombardeos, que ya habían alcanzado casas, iglesias y hospitales. Don Carlos se acercó al lugar el día 26 con el fin de analizar la situación. El bombardeo de Bilbao continuó cuatro días más, hasta que, el uno de julio, los carlistas se vieron obligados a levantar el sitio. Las tropas de los generales Latre,Espartero y La Hera, más numerosas que las de Don Carlos, habían logrado entrar en Bilbao.

El primer sitio de Bilbao finalizó con 31 muertos, 130 heridos y 11 presos en la ciudad. Se desconocen las bajas sufridas por los carlistas, pero la pérdida de Zumalacárregui resultó ser, sin lugar a dudas, el comienzo de la derrota carlista.

El espíritu inquebrantable de Tomás representa dos valores fundamentales, que son lealtad y honestidad. Fue un hombre que tuvo el poder absoluto en su mano, pero nunca se lucró, fue muy generoso y murió con los bolsillos vacíos. Es un permanente ejemplo. Si pudiéramos definir un arquetipo del vasco, agrupando todas las connotaciones positivas del carácter vasco, Zumalacárregui sería el perfecto ejemplo: era una persona callada, muy reflexiva, con una mirada inquisitiva, calibraba muy bien a las personas. Era muy generoso, enormemente trabajador. Era un virtuoso en su trabajo.

AGUR ETA OHORE, OSABA TOMAS

 

Himno patriótico de los voluntarios vasco-navarros:

“Suba, bai, euskaldunak,
suba Luziferri;
etzaiteztela izan
orren errukarri;
gerra, mutillak, gerra
jende faltso arri.
Ea bada abiya, gipuzkoatarrak,
zuekin datoz Bizkai eta arabarrak;
batutzen dira ere txit gogoz nafarrak
kentzeko Españatik betiko negarrak.
Libra zagun, mutillak, España lepratik,
arturik ontarako fusillak bertatik;
ekarriko dizkigu pakiak gerratik.
poztutzen dala oso munduba gugatik.
Biba, biba, biba gure Jaungoikua!
biba, biba, biba Aita Erromakua!
biba Karlos errege Españiyakua!
biba Don Carlos eta jende bertakua!”.
(“Fuego, sí, euskaldunes,
fuego a Lucifer;
que no haya compasión para ésos;
guerra, muchachos, guerra
a esa gente falsa.
Si no hay impulso, guipuzcoanos,
con vosotros va Vizcaya y los alaveses
y se unen también con mucho afán los navarros
para quitar para siempre de España los llantos.
Libremos, muchachos, a España de la lepra
tomando los fusiles ahora mismo;
traeremos la paz de la guerra,
que se alegre por nosotros todo el mundo.
¡Viva, viva, viva nuestro Dios!
¡Viva, viva, viva el Padre de Roma!
¡Viva Carlos, rey de España!
¡Viva Don Carlos y los suyos!”)
Sep 26, 2015Aitonseme

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Decir la verdad siempre. Cueste lo que cueste. Duela lo que duelaLos almogávares fueron los guerrilleros más temidos de la Edad Media
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  1. Grandes Guerrilleros II; el fundamentalismo anárquico del cura Santa Cruz – Soul Guerrilla
    07/11/2015 at 23:04

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Aitonseme
Aitonseme

Baioneta zorrozten

26/09/2015 1 Comment Espíritu, Guerrilleros, IdentidadAitonseme1,525
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